Soy mujer. Sí. Y a pesar que los géneros en general no son algo que crea relevante, en el caso de esta enfermedad, lo es. Pero no quiero adelantarme.
Durante toda mi vida de adulta (pasados los 25 años) empecé a notar que ya no podía comer lo que quisiera. Atrás tuve que dejar todas las «guarradas» que comía, sobretodo las toneladas de nocilla que comía. No porque me sentaran mal, sino porque se me empezaron a poner las lorcitas ahí donde no me gustaba y fue la razón por la que empecé a cuidarme un poco la alimentación.
Tampoco te voy a engañar. No era la reina de la salud personificada. De vez en cuando me comía un helado, unas patatas fritas, una pizza o una hamburguesa del Mc Donalds, pero era algo esporádico y controlado.
Por otro lado, nunca bebí alcohol (solo coca cola como bebida «venenosa») y jamás he fumado así que mi historial alimenticio o nivel de salud, lo podíamos ubicar en algo bastante normal entre la gente.
Mis primeros síntomas del intestino irritable aparecieron de manera puntual con mis menstruaciones. No todos los meses y de distintas manera. Eso solo lo comprendí años después cuando fui diagnosticada. En esos instantes no era capaz de asociarlo a una enfermedad crónica.
Me daba a veces, no en todos los ciclos, unos dolores punzantes en la parte de arriba de la barriga, por encima del ombligo. Pero como no era todos los meses y solo duraba 2/3 días (los primeros del ciclo). No le di nunca mucha importancia.
En junio del 2017, entré en urgencias por un dolor en la parte inferior de la barriga. Llevaba muchos días con ese dolor que aunque no era insoportable, era lo suficientemente molesto como para hacerme ir al médico porque tenía que viajar.
Nunca me han gustado los médicos (y eso se merece una entrada completa al respecto) pero menos me gusta la idea de estar fuera de viaje con un malestar así que me decidí por entrar en urgencias y salir de eso.
¿Que pasó? que después de las típicas preguntas rutinarias que te hacen en los médicos sin mirarte a la cara (perdón, el recelo que tengo con los médicos, va a salir más de una vez), me hicieron una radiografía y apareció una pequeña piedra justo donde me molestaba. ¡Aja! Amiga, tú lo que tienes es una piedra en el riñón. Cólico nefrítico le llaman… Tómate estas pastillas, haz un seguimiento con el urólogo y vuelve por donde has venido.
¡Bien! Tengo diagnóstico, con una dieta equilibrada, mucha agua y bla, bla,bla, voy a estar como nueva…¡ilusa!
Tengo muchos defectos, pero hay una cosa que soy y es meticulosa y si un médico me dice de hacer algo, lo hago al dedillo. Claro, yo solo quiero sentirme bien, estar bien y vivir la vida tranquila. A nadie le gusta estar enfermo. Así que reajusté un poco mi viaje, lo adapté para el tema de los alimentos y del agua para mis riñoncitos que necesitaban cariño y … me lancé a mi viaje.
Otra cosa no, pero investigar por internet, lo hice desde el primer día y leía que esto de las piedras es algo pasajero, una vez la expulsas, ya estás bien (aunque pueden aparecer más), pero después de 1 mes de tratamiento, yo seguía igual. Bueno, no, igual no. Peor. Se me había metido un dolor constante en la parte superior de la barriga (por encima del ombligo) y ahí se quedó… Por mucho tiempo.
Me hicieron análisis de orina y de sangre y no había rastro de la piedra así que me sugiriendo que fuera a ver a un especialista en el aparato digestivo…
Y aquí empieza mi super aventura de «cariño» hacia los médicos. Como he comentado antes, esto empezó en junio. Por lo que me encontré que tenía que buscar un médico en el mes de agosto, cosa que no es tarea fácil. Da igual que tengas mutua (que es mi caso y la cual también quiero hablar de ello en otra entrada), el caso es que tienes que esperar a ponerte malo después de mediados de septiembre, sinó estás perdido.
11 médicos me visitaron…ONCE! todos ellos especialistas en el aparato digestivo y os podéis imaginar que ninguno nombró si quiera la posible y remota idea del intestino irritable? Eso que afecta a más del 30% de la población!!!??? es increíble. Pero me pasó a mí.
Analíticas de sangre, tac, resonancia magnética digestiva con contraste, gastroscópia… Todo esto me hicieron y como no tenía nada grave como un tumor… debía estar contenta, me decían los médicos.»No tienes nada grave». Si, muy bien, pero me encuentro fatal!
Mi único síntoma inicialmente, eran dolores. Nada de gases, diarrreas, etc. Cosa que creo que despistaba un poco a los señores médicos que estaban muy ocupados escribiendo en su informe lo que yo les decía como para mirarme a la cara (perdón, vuelvo con el recelo).
Me di cuenta que ya nada podía hacer con los médicos del aparato digestivo y después de un tiempo decidí a ver a un médico de pago. De esos médicos viejitos ya que saben mucho después de tantos casos vistos. El médico era un internista y con 30 segundos de charla, me dijo «tienes intestino irritable». ¡BUUUM! ahí lo dejó.
Había escuchado hablar de él, pero de pasada. De digestiones complicadas o de tener que ir al corre corre al baño, pero sin mucha más información.
El médico me aconsejó una dieta blanda, unos antidepresivos y me dijo que en unos días, estaría mejor.
Y fue así… durante unos días estuve mejor, pero nunca estuve bien. Así que decidí investigar un poco por mi cuenta por mi amigo Google y encontré el que hasta ahora es mi médico en Barcelona. El doctor Francisco Javier Santos.
Un médico que está en la cabeza de la investigación de esta enfermedad y el cual, me hizo entender realmente qué es lo que me pasa (que en otra entrada explicaré la enfermedad tal como yo la entiendo).
Desde entonces, hemos hecho mil y un tratamiento, en ensayo y error y durante, muchos, muchos, muchos meses sin mucho resultados.
Sigo en ello, sigo buscando el equilibrio junto con una dietista especializada en esta enfermedad, con meditaciones (mindfullness, que será otra entrada) y aún asimilando, que esto es para siempre. Da igual lo que te digan. En el momento en que empiezas, siempre estarás pendiente de cuándo pueda volver a aparecer.
¿Y tú? ¿cuándo empezaste? cual es tu historia? Como te lo han diagnosticado?